Thorian "el Sonriente" (33), bardo de Cuna de Luz, un pueblo mítico escondido en los bosques de Rawlinswood, ha estado colaborando con los Suicidas durante un tiempo. Ahora, busca aventureros que le acompañen en un largo viaje de regreso a su hogar, una travesía que podría durar meses.

Calendor Vaeltharyn (27), conocido como el Lucero del Alba, es el heredero y orgullo de la Casa Vaeltharyn. Un mago de batalla excepcional, forjado en el fragor de la guerra, cuya destreza en combate le ha convertido en una leyenda entre sus aliados. Su linaje humano se ve ennoblecido por la gracia heredada de su madre medioelfa, dotándolo de una presencia magnética que inspira respeto y admiración.

Darian Kildare (28), conocido como la Espada de la Tempestad, es el mejor amigo y protector inquebrantable de Calendor. Un guerrero humano de presencia imponente, curtido en mil batallas, con un historial de hazañas que le han convertido en una figura temida y respetada por igual.

Vaelis (212), el Ojo del Crepúsculo, es una arquera elfa de precisión letal y elegancia natural. Forjada entre los bosques de Evereska y los campos de batalla, su mirada serena y su porte imperturbable reflejan siglos de experiencia. Aunque distante con los humanos, ha encontrado en Calendor y Darian aliados dignos de su tiempo. Reservada y calculadora, deja que su arco hable por ella, pues su puntería es infalible.

Rhéon Finnerty (34), el Eco Errante, es un bardo humano de ingenio afilado y sonrisa fácil, siempre al borde de la burla. Más que un simple músico, es un narrador de epopeyas, un tejedor de secretos y medias verdades que encantan tanto a plebeyos como a nobles.

Zopilote (?) es un corcel negro de crines trenzadas y cascos dorados, conservado en una finca apartada más allá de Loudwater. No pertenece a nadie, pero tampoco parece extraviado. Quienes lo han visto de cerca hablan de una inteligencia sobrehumana en su mirada y de una quietud que impone respeto. No tolera riendas ni monturas sin consentimiento, y quienes han intentado forzarle afirman no recordar exactamente por qué desistieron.

Cleta (?) es una mujer de mirada serena y gesto inquietante, que recibe a los forasteros en la entrada de una casa donde el tiempo parece doblarse. Lleva siempre un delantal impecable y horquillas desparejadas sujetando el moño, como si en su atuendo hubiera claves que nadie entiende. Habla con tono de costumbre, pero sus palabras caen como sentencias disfrazadas de refranes. Vive con su hermano Brizna y cuida de un caballo que, según dice, “elige a quien puede llevar”. Nunca levanta la voz. Nunca hace preguntas. Pero todo en ella parece saber más de lo que dice.

Brizna (?) es un hombre enjuto de ojos viejos y manos manchadas de tinta, que vive en una casa olvidada entre colinas y niebla. Siempre lleva una rama de laurel tras la oreja y un clavo oxidado en el bolsillo, como si recordara algo que los demás han dejado de contar. Habla poco, pero cada palabra parece medida como si ya hubiera sido escrita antes. Se dice que cuida de un caballo que no es suyo y de una historia que no termina nunca. Nadie recuerda haberlo visto dormir.

Espinocho (?) es un duelista de rostro joven, piel negra como el azabache y ojos verdes que no parpadean cuando debería. Su pelo blanco le cae sobre los hombros. Viste con elegancia clásica, lleva una ropera y guanteletes decorados con símbolos que nadie ha sabido leer del todo. Se dice que al soplar arena en el rostro de un enemigo, lo sume en sueños que no siempre son suyos.

Barón de Valls (47), Osric I de Valls no nació noble: compró su título con oro, favores y el tipo de tejemanejes que nadie menciona en voz alta. Antiguo comerciante próspero —y dueño de varios prostíbulos— amasó una fortuna enviando mercancías locales hacia la Costa de la Espada antes de hacerse con la baronía.
Gobierna con mano firme y pragmatismo, respetado tanto por su victoria contra las arañas del norte como por su capacidad para moverse entre intrigas sin mostrar jamás sus verdaderas intenciones. Pero su auténtica pasión son la magia, las leyendas de la región y, sobre todo, su célebre colección de reliquias, conocida como el Arcón del Barón, guardada bajo llave como si fuera un pedazo de su alma.

Eldric de la Marca Escarlata (50) no nació para la guerra, pero la guerra lo reclamó joven. Criado en una fortaleza diezmada por los no-muertos, creció entre lápidas y silencio, desarrollando una familiaridad inquietante con la muerte. Un sacerdote viajero le habló de Kelemvor y del juicio neutral que rige el final de todas las almas; desde entonces, Eldric dedicó su vida a mantener ese orden.
Discípulo disciplinado y enemigo de cualquiera que distorsione el ciclo natural, sirve al barón solo por necesidad, no por lealtad: mientras la región esté amenazada, considera su deber mantener el equilibrio… aunque lo haga al lado de un noble al que no respeta.

Bori Linternamenuda (33) nació en Valls, aunque su familia proviene del este, de la Costa de la Espada. Siempre escuchó historias de inventores y gnomos inquietos que cruzaban montañas siguiendo ideas imposibles. Uno de ellos fue su tío, que se instaló aún más al este, en Brumaverde, al borde del bosque de Rawlinswood. Allí fundó un taller de tecnología gnómica que hoy es célebre en toda la región.
Bori pasó temporadas aprendiendo entre engranajes, vapores y explosiones controladas. Es un artificiero talentoso… pero vive a la sombra de su hermano mayor, Biri. Biri siempre fue el favorito de su madre, y también del barón.
Cada éxito de Biri era una comparación, cada error de Bori una confirmación para la familia. Esa relación de amor-odio marcó su carácter alegre, pero rápido en morder cuando se le subestima. Una de sus metas declaradas es superar a Biri como maestro artificiero.
