Arriba, el capitán de la guardia alza la voz por encima del estrépito de la lluvia. Revisad la habitación del elevador, gruñe, no quiero sorpresas con las máquinas del Barón. Un par de soldados se adelantan. El primero asiente con gesto decidido, mete la llave en la cerradura y trata de girarla. Nada. Está atascada, señor, dice, haciendo fuerza con el hombro.
Thorian, del otro lado, aprieta los dientes y empuja con todo su cuerpo menudo, reforzando la madera con el peso de Bailey y Ronan.
Turno 1
Tirada de Fuerza de Thorian: 4, 1
Tirada de Fuerza del guardia: 1, 1
El guardia embiste con el hombro, pero su bota resbala en el suelo mojado. Choca contra la puerta con más entusiasmo que eficacia y cae de espaldas, soltando un gruñido que se pierde bajo el repiqueteo de la lluvia.
Del otro lado, Thorian aprieta los dientes y refuerza la presión, sujetando la madera con el peso de su cuerpo.
Turno 2
El capitán gruñe, impaciente.
"¡Levántate, pedazo de mula! ¡Abre la puerta de una vez, imbécil!"
El guardia maldice, se reincorpora tambaleándose. Otro se adelanta, más alto, con un escudo abollado y la lanza lista.
"Déjame a mí", dice, colocándose junto a la hoja. "A la de tres."
El metal roza la cerradura, chirría. El sonido se mezcla con el de un trueno.
"¡Empujad!", grita el primero. "¡Una, dos… tres!"
Tirada de Fuerza de Thorian: 6, 1
Tirada de Fuerza del guardia:1, 4
Thorian aguanta. Sus botas se hunden en el suelo de piedra y los músculos le tiemblan, pero resiste. La puerta vibra, pero no cede. Del otro lado, se oyen los insultos entre soldados y el resoplido frustrado del capitán.
Turno 3
Tirada de Fuerza de Thorian: 1, 1
Tirada de Fuerza del guardia: 3, 1
El esfuerzo le pasa factura. Thorian, empapado, siente que las fuerzas lo abandonan. Las bisagras crujen, el marco tiembla, y al intentar reajustar el peso pierde el equilibrio. Cae hacia atrás, jadeando, la espalda golpeando el suelo con un ruido seco.
Del otro lado, el guardia aprovecha el momento. La lanza hace palanca, la madera gime… y finalmente cede con un chasquido, abriéndose de golpe.
Por un instante, todo queda suspendido: el aire, el trueno, el asombro.
Y allí, frente a frente, los guardias ven a los fugitivos —empapados, tensos, con la determinación brillando en los ojos— justo antes de que el caos empiece.
