Turno 6
Rachel inspira hondo, se sacude la lluvia del pelo y deja que la magia empiece a vibrar en su garganta. Su voz se alza como un filo brillante entre el estruendo del combate, una melodía tensa y vivaz que aviva el pulso, afina los reflejos y da a sus compañeros ese empujón de furia y precisión que solo un buen bardo sabe arrancar de las entrañas del mundo. La canción les envuelve como un estandarte ondeando en mitad de la tormenta.
Mientras tanto, Elijah da un paso firme hacia delante, la mirada fija en el arquero que había herido a Ronan. No dice nada. No hace falta.
El arco del enemigo apenas llega a tensarse cuando la hoja de Elijah describe un arco limpio, brutal y definitivo.
Un chasquido húmedo, un corte perfecto. La cabeza del arquero sale despedida, rueda por las losas y se detiene justo frente a los pies de Ronan.
Los ojos, aún abiertos, miran hacia arriba con una expresión que parece casi melancólica. Como si dijeran: en otra vida, quizá hubiéramos sido amigos.
Pero esta no es esa vida. Y la lluvia no concede tiempo para lamentos.
Bailey avanza dos pasos siguiendo a Elijah. Sus botas chapotean en el agua acumulada, la lluvia resbala por su armadura y el lancero plantado ante la puerta alza su arma.
Tirada de ataque de Bailey: 1 1. Pifia. (tirada de Melon)
La amazona gira su filo con un movimiento amplio, casi elegante, pero se desestabiliza y el arma cae al suelo.
Tirada de rotura de Bailey: 2.
Su espada se quiebra de forma miserable.
Thorian avanza tras Bailey sin perder el ritmo, la cimitarra ya lista, brillando con un destello bajo la lluvia. El lancero, aturdido por el golpe anterior, apenas consigue recolocar la lanza para defenderse.
Tirada de ataque de Thorian: 1, 6 → Impacto.
La hoja curva corta el aire con un silbido nítido y encuentra su objetivo sin resistencia: el guardia no lleva escudo, ni coraza, solo un jubón empapado que no sirve de nada contra un guerrero que sabe dónde cortar.
Tirada de daño: 2, 3, 6, 4, 2, 3, 5 → 3 puntos de daño.
Thorian hunde la cimitarra bajo las costillas, en un punto blando, y el lancero suelta un jadeo breve, sorprendido, casi incrédulo. Da un paso atrás, intenta aferrarse al aire y cae de espaldas, la lanza escapándose de sus dedos antes de tocar el suelo.
Un cuerpo menos entre ellos y la salida. La lluvia se encarga de borrar la sangre.
Thorian no retrocede; planta los pies en la losa mojada, firme como un poste de batalla. Ni siquiera parpadea cuando un relámpago ilumina la figura del sacerdote.
Pero su voz baja un tono. Se vuelve más grave. Más fría.
"Escuchadme bien. Ese que acaba de llegar… no es un simple cura bendiciendo bodas y bautizos".
Señala con el mentón el símbolo oscuro en la armadura de Eldric.
"Kelemvor. El juez. El que pone cada alma en su sitio. Los suyos no vienen a negociar ni a dar sermones. Vienen a cerrar cuentas."
Mira a Ronan. Luego a Elijah. Luego a Rachel. Uno por uno.
"Ese hombre puede convertir este pasillo en una tumba con tres palabras mal dichas. Y no se cansa. No sangra como nosotros. No le afectan el miedo ni el caos. Está entrenado para avanzar aunque le arranques media vida."
La lluvia arrecia; el sacerdote sigue bajando escalones, implacable.
Thorian aprieta la empuñadura de la cimitarra, pero no da órdenes. No propone un plan. Solo añade, con el tono de quien describe un terremoto o una bestia legendaria:
"Contra un sacerdote de guerra de Kelemvor no existe la suerte ni los trucos. Solo estrategia."
Mira al grupo, con la certeza de quien sabe su lugar:
"Vosotros decidís. Yo me quedaré donde haga falta."
Y al fondo, Eldric sigue avanzando, como si la muerte misma bajara las escaleras.
Ronan clava los pies y lanza un tajo directo y sin florituras. La espada atraviesa al lancero como si fuera un pincho moruno: entra por el vientre, sale por la espalda, y el guardia ni siquiera llega a gritar. Cae de rodillas, luego de lado. Muerto al instante.
El arquero que queda en pie, empapado y tembloroso, levanta el arco con una determinación más nacida del pánico que del valor. A pesar del caos, consigue fijar la mira en Elijah y suelta la cuerda.
Tirada del arquero 2: 2, 4 → Fallo.
La flecha corta el aire y vuela recta hacia él.
Elijah alza el escudo y se clava en el mismo.
El arquero con el arco partido mira su daga, se encoge de hombros y se abalanza sobre Elijah.
Tirada del arquero 1 con la daga: 3, 3. Fallo.
Pero la armadura repele el ataque.
El capitán observa cómo sus hombres caen uno tras otro: el lancero desplomado, el arquero decapitado, el otro herido por fuego amigo… y la línea que creía férrea empieza a resquebrajarse como madera vieja bajo tormenta.
La mandíbula se le tensa. Los nudillos se le ponen blancos alrededor de la empuñadura.
Y, de pronto, algo estalla en sus ojos: miedo. No pánico… pero sí esa clase de terror que siente un soldado veterano cuando comprende que la situación se le está escapando entre los dedos.
Con un gruñido gutural, se echa mano al cinturón, saca un cuerno de bronce, corto, abollado por años de uso, y lo alza a los labios.
"¡Basta ya!"
Sopla.
El sonido que emerge no es un toque bonito ni ceremonioso: es un bramido grave, ronco, desesperado. Atraviesa el pasillo como un latigazo y baja por el hueco del elevador como si fuera un llamado a la guerra.
El eco rebota por las paredes de piedra y se pierde hacia los pisos inferiores.
No hace falta que el capitán explique nada más. Todo el torreón sabe lo que significa ese toque: Refuerzos. Del piso inferior. Y de inmediato.
El capitán guarda el cuerno con la mano temblorosa… y alza la espada de nuevo, fingiendo que no ha sido el miedo quien le ha movido.
Pero sus hombres lo han visto. Y los héroes, también.
Tirada de Suerte del capitán: 6
Por el rabillo del ojo, en el extremo del pasillo, algo se mueve.
La puerta de la habitación del fondo —esa de donde María había oído un canturreo inquietantemente alegre— se abre con un clic suave, completamente fuera de lugar en medio del caos.
Un instante después, asoma una cabeza diminuta, cubierta por un casco de cuero chamuscado y unas gafas de cristal grueso como fondos de botella… una de ellas rota, la otra empañada por el humo.
El gnomo sale dando un saltito.
Y luego otro.
Y después taran-tan-tan, tres pasos acompasados como si estuviera en su propio musical.
Va vestido con un delantal lleno de quemaduras, hollín y bolsillos atiborrados de objetos sospechosamente cilíndricos. De los bolsillos asoman mechas. Mechas encendidas… o quizá solo húmedas. Es difícil saberlo.
En cuanto aparece del todo, una nube de olor a pólvora, aceite rancio y manzana asada invade el pasillo.
El gnomo estira los brazos, sacude la cabeza para quitarse la lluvia y, sin darse cuenta de la masacre a pocos metros, sigue canturreando en falsete:
"♪ Si la mezcla no explota, un poco más de gota…
y si explota de más, ¡pues otro día será! ♫"
Se detiene, frunce el ceño como si buscara algo… saca un frasco marcado con una calavera sonriente… lo olisquea... inhala hondo… Y corre hacia la refriega.
Eldric de la Marca Escarlata alza el símbolo de la balanza, y la luz se apaga un instante, como si contuviera la respiración. Su voz no es un grito, sino un veredicto:
"Que cada alma responda ante su propio peso."
Una onda funeraria estalla en un círculo de tres por tres, hundiendo el aire en un silencio pesado y frío.
Tirada de magia (Juicio del sepulcro): 5, 1. Éxito.
Valentía de Thorian: 5, 4. Superada.
Valentía de Bailey: 1, 5. Superada.
Valentía de Ronan: 1, 3. Fallo → 2 puntos de daño y queda Derribado.
Valentía de Elijah: 6, 5. Superada.
Thorian recibe el impacto en el pecho, pero su voluntad permanece firme; no se inclina.
Bailey tensa la mandíbula y aguanta, sosteniendo la mirada del sacerdote.
Elijah eleva el escudo por puro hábito guerrero y resiste sin doblar la rodilla.
Pero Ronan…
Él retrocede un paso, los ojos abiertos de par en par. La sentencia le atraviesa sin oposición, y un dolor seco —como si su alma fuese golpeada desde dentro— le arranca un gruñido. Sufre una herida, tambaleándose hasta caer de rodillas, mientras la energía de Kelemvor se disipa.
Eldric no sonríe ni celebra. Solo baja el símbolo, como quien cierra un libro. Para él, el juicio continúa.
En ese momento, King, que tiene más pelo del que parece, se esmuñe entre la multitud, sale al patio de armas y trata de morder a uno de los lanceros que quedan protegiendo a Elric.
Tirada de ataque de King: 1, 6. Impacto.
Y sus colmillos aciertan al objetivo.
Tirada de daño: 2, 1, 3, 3, 1 → 0 puntos de daño.
Sin embargo solo muerde cuero y metal.

He movido a King al final porque me había olvidado de que se mueve por una casilla y se para en 2x2. Melon me lo ha recordado.