Turno 13-15
Escondidos entre los árboles, con el barro subiéndoles por las botas y la lluvia empapando hasta el alma, veis por fin el patio con claridad cuando un relámpago corta el cielo.
En ese instante, todo el escenario aparece ante vosotros como un cuadro bélico:
Tres lanceros con escudos cerrando un semicírculo alrededor del elevador.
Tres arqueros buscando posiciones entre barriles y parapetos.
Y el sacerdote moviéndose entre ellos con una soltura inquietante.
Al principio parece simplemente un sacerdote joven.
Demasiado joven.
Sonríe demasiado. Camina con demasiada alegría para alguien rodeado de soldados tensos.
Pero entonces escucháis cómo habla.
"¡Venga, venga, cerrad bien esa formación!", dice mientras aplaude suavemente. Mi maestro siempre repite: “Si la muerte tiene orden, que también lo tenga el trabajo. ¡Qué hombre tan sabio!"
Los lanceros aprietan el paso al oírlo. Los arqueros, calados hasta los huesos, se mueven con una rigidez que mezcla miedo y obediencia.
El lancero traga saliva tan fuerte que se oye desde vuestra posición.
El sacerdote continúa paseando entre los hombres, revolviendo entre sus propios bolsillos llenos de frascos y runas, canturreando una melodía siniestra.
"No vayamos a repetir lo de hace dos semanas con los adoradores de Myrkul, ¿eh? Mi maestro aún se pone de mal humor cuando lo recuerda. Claro que… peor fue lo del pobre sacerdote de Lathander."
Se detiene, dramatiza un suspiro exagerado.
“La esperanza es eterna”, nos decía… “la luz salvará a todos”, decía…",pone los ojos en blanco. "Eldric le dio una segunda oportunidad. Y una tercera… para morirse debidamente."
Los soldados fingen una risa torpe, incómoda, como si temieran que un chiste mal recibido pudiera costarles la vida.
Mientras tanto, la formación se cierra casi por completo. Un círculo perfecto de lanzas y flechas apuntando al elevador.
Una trampa diseñada por alguien que conoce muy bien cómo mueren las personas.
El sacerdote se frota las manos, encantado consigo mismo.
"¡Eso es! Si quedan intrusos e intentan salir por aquí, quiero que mi maestro llegue abajo y diga que hemos hecho un trabajo ejemplar. Que Kelemvor tenga que preparar una mesa larga esta noche."
La tormenta arrecia, el viento silba entre las almenas y vosotros, agazapados bajo los árboles, sentís en la piel la verdad simple y terrible:
Ese aprendiz… ese muchacho sonriente… es incluso más siniestro que el maestro al que venera.