Milly
Bori, que intentaba colocar mejor la hoja para que no gotease sobre sus botas nuevas, sonríe con los ojos.
"Oh, querida señorita… si la protección fuese un abrigo, yo nacería desnudo cada primavera", suspira dramáticamente. "Hoy me buscan los hombres del barón. Ayer, unos comerciantes enanos a los que “accidentalmente” vendí un mapa que decía “atajo seguro”. Resultó ser un nido de osos lechuza. ¡Según mi primo, la topografía cambia con la humedad, no es culpa mía!. Y hace dos lunas, un ogro triste que no entendió un chiste. Así que… sí, siempre hay alguien."
Da un golpecito a su sombrero, orgulloso de su propio historial dudoso.
"Además", añade Bori, bajando la voz mientras acomoda la hoja-paraguas, "por suerte ninguno de nosotros lleva la marca de ese sacerdote del diablo. Si la lleváramos, ni esta tormenta nos escondería, por mucho barro que tragáramos."
El gnomo mira alrededor con un temblor casi imperceptible.
"Y sobre todo… no quiero volver a verle la cara a ese tipo enorme del torreón. Esa cara de muerto viviente… como si ya hubiese elegido a quién se va a llevar."
Su pony sacude la crin, como si compartiera opinión.
Milly continúa, insistente:
"Por cierto: no nos has preguntado qué camino íbamos a tomar hacia Brumaverde. ¿Por dónde pensabas ir tú? Conoces la zona mejor que nosotros… o al menos más recientemente."
Bori se endereza, encantado de ser consultado.
"Ah, caminos… la especialidad de un cartógrafo". Se aclara la garganta. "Si fuera solo, me habría escondido en Valls hasta que amainara la tormenta. Después tomaría el Camino del Comercio del Puente de Liria. Un nombre precioso, ¿verdad? Casi hace olvidar que el puente está ahora mismo más muerto que mis esperanzas sentimentales."
Milly, Rachel y Thorian lo miran fijamente.
Bori señala a su pony con un gesto lastimero.
"Porque claro… con esta tormenta, mi noble compañero Epirocles Tercero, príncipe entre los ponis, no puede cruzar ese puente inundado. Tendría que despedirme de él, y no pienso hacerlo antes de tiempo, ¡todavía no hemos terminado de pagar la deuda de su herradura nueva!"
Epirocles hace un sonido que podría ser indignación o acuerdo.
Bori baja la voz.
"Pagaría un par de monedas para que me cruzaran con cuerdas… pero con agua así, lo más probable es que acabara como merienda de peces."
Sacude la cabeza dramáticamente.
"La segunda opción es el Vado de Cárpatos, ya saben… el de la batalla antigua". Hace un gesto amplio con la mano. "Hace un siglo, los hombres del valle y los bárbaros de las montañas se despedazaron allí."
El gnomo hace un gesto amplio.
"Dicen que el campo quedó tan revuelto que el río cambió de curso… y que el barro se tragó más cuerpos de los que se pudieron contar."
Inclina la cabeza, como si escuchara algo en la lluvia.
"Los viejos de Brumaverde aseguran que el vado quedó… distinto. Que donde debería haber agua tranquila hay remolinos que no siguen la corriente, y zonas donde el fondo… se mueve."
Epirocles Tercero, su diminuto pony, se aparta un paso, resollando.
"Algunos pescadores cuentan que después de la batalla, cuando los cuerpos se hincharon y quedaron atrapados entre raíces y lodo, “algo” se acostumbró a ellos. Como si el río hubiese aprendido formas nuevas de agarrar lo que cae al agua. A veces, dicen que se oyen voces. O risas cortas. O chapoteos que no hacen olas."
Sacude la cabeza como quitándose un escalofrío.
"Por eso nadie cruza solo."
Alza la vista al grupo, intentando sonreír:
"Pero si voy con gente tan fornida como ustedes… bueno, quizá esta vez el vado decida comportarse. "
Thorian suelta un gruñido resignado.
Bori levanta un dedo.
"La tercera opción, claro, es ir más al sur todavía, bordeando los páramos cerca del Monasterio de la Rosa Amarilla. Llegaríamos a la villa de Hievhavn, donde los pescadores llevan vidas más duras que sus redes. Gente recia, casi tan fría como el hielo donde duermen."
Milly arquea una ceja.
Bori sonríe, encantado consigo mismo.
"Y allí podríamos buscar a Crispín Truenovela, un viejo marinero gnomo… bueno, “marinero” por decir algo. Tiene un barco de vapor llamado La Hija del Hielo, que sube río arriba a base de golpes, resoplidos y mucha ingeniería peligrosa. Si Crispín no ha explotado aún, podría llevarnos sin problema. A cambio de oro, eso es."
Hace una pausa teatral.
"Tres caminos, tres riesgos…"