Es la una del mediodía de un martes laborable y en el aparcamiento del polideportivo municipal de Son Hugo (Palma) hay poco movimiento. Algunos vecinos entran y salen de las piscinas públicas. Bajo la sombra de un árbol, ocupando dos plazas de aparcamiento, un usuario ha dejado estacionado un flamante BMW M8 color azul marino, un modelo cupé que puede llegar a costar 200.000 euros en un concesionario.
Apenas a unos metros de distancia de este lujoso coche, en una zona más apartada donde el parking se expande hasta lindar con un descampado, Charo asoma la cabeza por la puerta de su vieja autocaravana.
Va vestida de faena: lleva puesto el uniforme de la empresa de limpieza para la que trabaja. Tiene 53 años, nació en Granada, y hace apenas un rato acaba de llegar a su casa rodante. Vive en el poblado de carvanas de Son Hugo. Y acaba de llegar a casa tras cumplir con su primer jornal del día.
Según explica, por la mañana ha estado unas horas limpiando la biblioteca municipal de S'Escorxador, un edificio público que antiguamente era el matadero de Palma y que está ubicado al otro lado de la carretera que separa las piscinas de Son Hugo de los barrios residenciales. El viejo matadero es hoy un centro sociocultural, con restaurantes, cines y salas multiusos. Charo trabaja allí a media jornada como empleada de la limpieza y por la tarde tiene que ir a otro edificio municipal para completar su día.
A pesar de que tiene un trabajo y un salario, no puede pagarse una vivienda. No le llega el dinero. Por eso desde hace unos meses se ha tenido que ir a vivir a una caravana.
Cuando posa para EL MUNDO y explica su historia, esta mujer menuda y dicharachera pide que en las fotos no se vea el logo de la empresa para la que trabaja, a la que quiere mantener en el anonimato para no causarle ningún inconveniente.
Ella es una de las personas que vive en el asentamiento caravanista de Son Hugo, uno de los más grandes de Palma, situado entre la ciudad y el principal polígono industrial de la capital mallorquina.
Cuando este diario la encuentra junto a su vivienda rodante, Charo ha salido un momento para ir a ver a Yiyo, su vecino, un hombre de su misma edad con quien ha trabado amistad, y que cuenta cómo llegó al poblado de caravanas tras una traumática separación. Él es pintor y va cogiendo «los trabajos que puede», a salto de mata. Así se paga el alquiler de la caravana, pero no le basta para una vivienda. «En Mallorca piden mucho dinero por alquilar un piso cualquiera, y aunque lo ganase no lo pagaría, es indecente», se lamenta mientras se cala una gorra y se cruza de brazos sin dejar de sonreír al fotógrafo.
Estos nuevos residentes en caravanas no son una excepción en la isla. Son dos de las más de 400 personas que se calcula que viven en una caravana en Palma, más de la mitad incapaces de pagarse una casa a pesar de tener un empleo. Los vehículos proliferan por calles, aparcamientos y descampados.
Expulsados de un hogar fijo
Son los trabajadores expulsados de un hogar fijo, empujados a vivir en casas itinerantes, nómadas en caravanas que tienen que ir aparcando en espacios públicos cada vez más restringidos por los ayuntamientos. Algunos de ellos tienen que ducharse en los baños del polideportivo contiguo.
El fenómeno se ha disparado en los últimos dos años, de la mano de un mercado inmobiliario desbocado. Baleares lidera el ranking de comunidades autónomas con los precios más altos. Según el último estudio de pisos.com publicado en julio, el precio medio alcanza los 5.000 euros por metro cuadrado, el doble de la media nacional.
En el archipiélago balear se necesitan 20 años de salario íntegro en la región para comprar una vivienda, cuando en España la media es de siete años y medio. En los precios de alquiler, sólo Barcelona está por delante.
El delegado en Baleares de Sociedad de Tasación, Marc Pérez-Ribas, explicaba recientemente que las Islas lideran el aumento del precio de la vivienda impulsado por la alta demanda nacional e internacional, la oferta limitada de obra nueva y unos costes de construcción que se han apalancado en máximos históricos.
El fenómeno es especialmente acuciante en Ibiza, donde los precios de alquiler rondan los 1.600 euros de media y baten récord tras récord. La temporada turística no hace sino agravar la brecha entre los turistas de lujo que llegan y los trabajadores que les sirven, que apenas pueden pagarse una casa. En ese contexto, el caravanismo se ha disparado, desplegándose en terrenos privados al margen de la legalidad.
Allí la conflictividad entre los caravanistas y las autoridades ha provocado una creciente tensión. Este verano se han desalojado asentamientos de caravanas como el de Es Gorg o Can Rova 2, provocando escenas de tensión y una ola de protestas sociales entre los que viven en los poblados.
En una de esas colonias de caravanas ha estado residiendo este año Alicia Bocuñano, de 38 años, separada y con un hijo de 11 años. Ha estado más de 20 meses tras quedarse fuera de la vivienda en la que residía pagando su alquiler. «De noche trabajo conduciendo un taxi», explicaba a EL MUNDO poco antes del desalojo del terreno, posando junto a su caravana y al vehículo que conduce.
A pesar de ser trabajadora, no ha podido encontrar un piso. «Cuando tenía casa pagábamos 800 euros al mes por un piso de tres habitaciones, ahora eso es impensable, no encontrarías algo así por menos de 1.500 euros al mes y pidiéndote locuras, 14.000 euros de fianza y cosas por el estilo».
Según explicó hace unos días al ser entrevistada en los medios locales, Alicia ha conseguido al fin una vivienda pero durante mucho tiempo ha sido una de las vecinas de Es Gorg más reivindicativas, erigiéndose en portavoz de los caravanistas ante la presión municipal por desalojarles de allí.
"Nos están echando de la isla"
«De los políticos ya no quiero decir nada más, ya ni tengo fuerzas, no hemos recibido nada», denunciaba visiblemente harta de la situación en la que ha estado viviendo durante tanto tiempo. Dice que en el poblado un 80% de la gente trabaja pero pese a eso tienen que vivir la vida en una caravana, algo que, admite, «obviamente no es nada placentero». «Nos están echando de la isla, trabajamos, pagamos nuestros impuestos pero no hay casas; mientras siga viniendo gente de fuera que pague las barbaridades que se piden, no hay solución».
La inflación de precios por la presión turística es uno de los elementos que empuja al alza el coste de la vivienda. Pero no es el único factor, según señalan los expertos.
Nadie sabe exactamente cuánta gente está viviendo en caravanas en Mallorca e Ibiza, donde el fenómeno más ha crecido. El Ayuntamiento de Palma realizó un censo provisional e identificó 156 vehículos en cuatro asentamientos, pero entre los caravanistas se advierte de que son muchos más.
Mientras los gobiernos municipales intentan dar solución a las personas vulnerables forzadas a este modo de vida, ellos se organizan. «Nos ayudamos unos a otros, allí vive una familia con dos hijos y entre todos colaboramos», explica Charo antes de despedirse para continuar con su día a día e ir preparándose para entrar al trabajo en su turno de tarde.
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