En mi caso no me fui estrictamente a "hacer dinero", sino porque me apetecía la aventura un par o tres de años. Hace veinte años de eso. Era muy joven.
Y algunos días me arrepiento, otros no. Aunque el arrepentimiento es mayor a cada año que pasa. Al final mis hijas no han pasado mucho tiempo con mi familia, no compartimos cultura. Idioma sí, tangencialmente, pero el suyo no es nativo.
Lo que son no sucede en catalán o español, mis lenguas, sino en japonés, la lengua de la mayor parte de su familia y su sociedad, e inglés, la lengua de su escuela. Y yo soy de los que piensa que los idiomas no son solo para comunicarse, sino que definen un poco quién eres y mucho más cuando son tan distintos. Son japonesas y punto. Si no lo fueran estarían en una escuela española, y yo con ellas, pero estoy aquí.
Además, el tema de haberme perdido muchos momentos importantes en la vida de mis padres y hermana o de mis amigos de Barcelona, con los que cuando nos vemos todo sigue como congelado en el tiempo, pero con los que te pierdes prácticamente todo lo cotidiano, que es lo que tiene peso al final de la historia. Aquí la amistad funciona distinto.
No sé, vivimos en "hombre de hierro", es lo que hay. He conocido culturas distintas, sociedades varias, tengo anécdotas y aventurillas para parar un tren y he tenido momentos de disfrute extraordinario, pero si ahora tuviera esos 23 o 24 años, tomaría decisiones distintas.