Zsadist
Cuando el teléfono volvió a vibrar, Phury y Zsadist ya estaban en el despacho de Rehvenge, que los recibió con una verdad incómoda. Quizá, pensó, aquello tuviera que ver con el repentino cambio de opinión de Wrath.
Miró a Phury de reojo, luego entornó los ojos y se inclinó hacia delante, apoyando los codos en las rodillas y ladeando la cabeza, como si la noticia no le pillara por sorpresa.
"Un Sympath renegado en Caldwell… eso nunca trae nada bueno" —gruñó con voz grave y áspera—. "Y si encima juega con Restrictores, todavía apesta peor."
Se pasó la lengua por un colmillo, fijando los ojos en Rehvenge.
"Dime lo que tengas, Rehv. No he venido a escuchar rumores: si ese cabrón anda cerca, quiero su sombra antes de que empiece a meterse en la cabeza de la gente."
Después se dejó caer contra el respaldo de la silla, chasqueando la lengua, y añadió con sorna:
"Ya sabes que a mí no me tiembla la mano a la hora de limpiar la basura que os hace quedar peor de lo que, seguramente, merezcáis" —dijo, con un gruñido áspero—. "Y eso incluye a Catronia. Porque ése es el motivo por el que estamos aquí y, visto en perspectiva, quizá tenga algo que ver con lo que acabas de contarme."
Se inclinó un poco hacia delante, la mirada clavada en Rehvenge, y remató con una media sonrisa torcida:
"Ya sabes lo que dicen… las casualidades no existen. Son solo la forma educada que tiene la mierda de intentar colarse en tu vida."