Me cuesta pensar ahora mismo en un juego que desborde tanta personalidad por todos sus costados. Pizza Tower entra por los ojos gracias a su fluido y exagerado estilo visual que bebe de la animación noventera más rocambolesca, pero no es que su estilo impere sobre su sustancia: en Pizza Tower el estilo y la sustancia son indivisibles.
¿Pero cómo se juega? ¿de qué va esto? ¿no es el juego famoso por ser un Wario Land? bueno, sí y no, las comparativas son inevitables, el juego comparte algunas mecánicas y parte del tono loco e impredecible de la saga de Nintendo, pero no se trata meramente de una secuela espiritual o de otro plataformas tradicional, pues tiene sus propias inquietudes y sus propias ideas: resulta que Pizza Tower es un juego muy difícil de dominar, Peppino Spaghetti, el personaje al que manejamos, cuenta con un enorme plantel de movimientos, combinaciones de botones y sutilezas que hemos de aprender para salir victoriosos en los niveles que visitamos. Estos niveles inicialmente se presentan como un amalgama un poco aleatoria de plataformas, casi siempre con un aspecto muy abstracto y sobrecargado, lleno de detalles incomprensibles en sus fondos y con muchos secretos que descubrir, pero este aparente caos es eso, aparente: inicialmente jugaremos estos niveles a nuestro ritmo, Peppino puede recibir daño, pero es inmortal, podemos cometer todos los errores que necesitemos, que en el fondo da igual, podemos tomarnos nuestro tiempo interactuando con los enemigos, principalmente estampándolos violentamente contra las paredes o haciendo que laman la suela de nuestro zapato, pero al llegar al final del nivel siempre llegará el giro: todos los niveles han de recorrerse inversamente en contrarreloj, y aquí es donde entra en juego la habilidad del jugador, pues el juego pondrá a prueba nuestra pericia en estas caóticas, incomprensibles, emocionantes y desesperantes huidas hasta la meta en las cuales nos hará click el diseño de escenarios que anteriormente visitamos lentamente y tomándonos nuestro tiempo; resulta que todo el escenario estaba medido a la perfección y el jugador se va a picar y va repetir y memorizar los niveles hasta aprendérselos de memoria intentando sacar las puntuaciones más altas, proeza solo alcanzable por los más diestros que consigan mantener el combo mientras fluyen por el mapa a toda velocidad.
Es en general, un título impredecible: los niveles cuentan todos con la misma estructura, pero cada uno tiene su propio girito, su propia mecánica o su propia transformación de Peppino que tendremos que aprender para encontrar todos los secretos ocultos en las paredes de los niveles y sacar las puntuaciones más altas. A medida que vayamos completando los niveles iremos consiguiendo dinero que es necesario para acceder a los bosses y a posteriores niveles de la torre, y en realidad el juego es bastante corto, en unas pocas tardes seguramente hayamos completado toda la aventura pero aunque sacar las puntuaciones más altas en mundos y bosses nos llevará mucho más tiempo.
Nunca da sensación de repetición, ni de descanso: a veces cuesta procesar todo lo que se presenta en pantalla y todo lo que están escuchando nuestros oidos, pues todo lo caótico del gameplay y el apartado visual puede aplicarse igualmente a la fantástica banda sonora, llena de referencias y samples. Todos los componentes del juego trabajan en unísono para construir un tono indescriptible, el juego a veces se rie contigo, a veces de ti, y a veces lo absurdo roza lo terrorífico, y a veces lo desesperante roza lo adictivo: si entras en su juego te vas a cabrear, te vas a picar y vas a disfrutar.
Pizza Tower hay que probarlo. Cómo he dicho en el párrafo inicial, es un juego que desborda personalidad, pero también artesanía, el tipo de obra solo realizable por un estudio que tiene una visión única, clara y que apunta a conseguirla sin sacrificar nada en el proceso.
Bon apetit.