Elijah se sube a su bici, sintiendo el calor inusual de este otoño que ha mantenido a Nueva Inglaterra más cálida de lo normal. Pedalea por la Avenida Pine Ridge, dirigiéndose hacia el este, mientras las primeras sombras de la noche comienzan a envolverlo.
Cruza el río Lannagh por el Puente Colgante, un recorrido que le resulta familiar, aunque hoy no va hacia el Pasaje, sino que gira al sur después de pasar por el Convento de Santa Brígida. Se dirige hacia el barrio del Hospital, un camino que le lleva hacia Campbelltown, un lugar que apenas recuerda de unas pocas visitas durante su infancia cuando, junto a Jazz y Amanda, deseaban conocer cómo vivían los ricos.
Al entrar en Campbelltown, Elijah siente un cúmulo de emociones. La zona, famosa por sus casas elegantes y calles impolutas, resulta como salida de un cuento de hadas. Pronto llega a la Mansión Cavendish-Campbell, situada en el extremo noreste de Campbelltown, a la sombra del imponente Chateau de Clermont.

Con cierta reticencia, deja su bici a un lado, consciente de los coches de lujo que vienen y van. Se acerca a la entrada, pero antes de que pueda llamar al timbre, una joven de pelo rojizo que se presenta como Emma, aparece desde el jardín. Con una sorprendente calidez, le dice que lo estaban esperando y le invita a pasar. Elijah, intrigado y algo nervioso, sigue a Emma al interior de la mansión.
Dentro, sigue a Emma por los amplios pasillos de la Mansión Cavendish-Campbell, observando cada detalle. El contraste con su humilde hogar en un barrio obrero es enorme. Aquí, cada rincón destila lujo y sofisticación, en marcado contraste con las paredes desgastadas y muebles viejos de su casa. Los suelos de mármol brillan bajo candelabros opulentos y las paredes están adornadas con obras de arte dignas de un museo.
Emma, con una elegancia que parece en armonía con el entorno, lo conduce hasta la habitación de Felicity. Ella le recibe con una sonrisa que alivia su nerviosismo. La habitación es un estudio amplio, conectado a la zona de dormir, amueblado con una mezcla de elegancia y sencillez. Grandes ventanas ofrecen vistas a los jardines meticulosamente cuidados.
Felicity le invita a sentarse y le pregunta si desea un refresco. Después de su respuesta, pide a Emma que les traiga zumo de naranja, galletas y chocolate.
Una vez solos, Felicity se sienta frente a él, coge los papeles con la foto de Aislinn y los deja a un lado, como si no tuvieran la más mínima importancia; toma las manos de Elijah. “Me alegro de que estés aquí”, dice con sinceridad. “Este es el único lugar donde puedo ser yo misma. Seré muy honesta. Necesito tu ayuda, y a cambio, te conseguiré lo que más quieres: una beca para jugar a baloncesto en UConn.”
Elijah, sorprendido por el cambio en la personalidad de Felicity, siente cómo una puerta hacia un futuro que siempre había soñado comienza a abrirse.