La Taberna del Navegante es un lugar acogedor y lleno de encanto, con un ambiente que parece transportarte a otra época. Las paredes de madera oscura están adornadas con diversos objetos náuticos: redes de pesca, timones de barcos antiguos y fotografías en blanco y negro de barcos y marineros. La iluminación es tenue, proporcionada por lámparas colgantes que dan al lugar un resplandor cálido y acogedor.
En una esquina, hay una pequeña chimenea que arde suavemente, proporcionando un calor reconfortante a los clientes. Sobre ella, un cuadro grande y misterioso llama la atención: muestra una embarcación antigua navegando bajo un cielo tormentoso, y parece casi cobrar vida bajo la luz parpadeante del fuego.
Las mesas de madera, desgastadas por el uso, pero aún resistentes, están dispersas por todo el local, algunas ocupadas por grupos de amigos que disfrutan de una comida o una bebida juntos. En la barra, dos hombres de mediana edad beben cerveza en silencio, ocasionalmente lanzando miradas furtivas hacia Rachel.
El sonido del piano antiguo en un rincón llena el aire con melodías tranquilas, de origen irlandés, interpretadas por un músico local, probablemente amateur, pero que a oídos de Rachel suena francamente convincente. El lugar tiene un aire de comunidad y tradición, donde los secretos y las historias parecen formar parte del mismo mobiliario.
En las estanterías detrás de la barra, una colección impresionante de licores y cervezas artesanales se alinea meticulosamente, reflejando el orgullo de la taberna en ofrecer una selección variada y de calidad. El ambiente es el de un refugio lejos del ajetreo diario, un lugar donde el tiempo parece detenerse y los problemas del mundo exterior se desvanecen, aunque solo sea por un rato.
"Es la hija pequeña de Jack...", murmura uno de los hombres en la barra, lanzando otra mirada hacia Rachel.
"Ah, no se parece mucho a él," responde el otro, tomando un sorbo de su cerveza.
"Ya sabes lo que dicen de los padres y de las hijas... A veces no se parecen por fuera, pero sí por dentro. Quizás ella heredó su tenacidad, ¿eh?", dice el primero con una sonrisa socarrona.
El otro hombre asiente, sonriendo también. "O su cabezonería. Jack nunca fue de los que se rendían fácilmente. A ver si la chica ha sacado eso de él."
Ambos ríen con complicidad antes de volver a su cerveza, continuando su charla en tono bajo, entremezclando comentarios sobre el pueblo y anécdotas del pasado.