Bailey mantiene la calma mientras se apresta a pasar por la sesión de cartas con las piernas cruzadas y los dedos de los pies tocando el pelaje de King, al tiempo que reposa codos y manos sobre la mesa. En otras circunstancias le parecería una chiquillada eso de ponerse a hacer el Tarot, o algo típico de una velada entre chicas, pero estos días le han empezado a cambiar las ideas. Eso sí, no puede evitar preguntarse porqué demonios Marina ha puesto velas para iluminar el salón cuando tienen unas lámparas la mar de majas.
En cualquier caso, Bailey va escuchando y asintiendo conforme Marina pone las cartas sobre la mesa, literalmente. Sabe, por alguna que otra película más que nada, que las cartas del Tarot no significan literalmente lo que muestran. Por eso, tiene más curiosidad que otra cosa.
Primero, el Diablo, seguido del Mago. Poder, control, engaño. Sí, cosas relacionadas entre sí, pero eso no le decía gran cosa.
Vale, la Sacerdotisa. Secretos y misterios, cosas ocultas, sí. Desde luego que había cosas ocultas alrededor de Bailey últimamente. ¿Pero qué significaba todo esto hasta ahora? ¿Que Bailey podía obtener alguna clase de poder? Si se arriesgaba, claro, que por eso Marina la había mirado de esa manera...
La Muerte.
Vale, en el Tarot, la Muerte no significa exactamente eso. Bailey ya lo sabe. Pero... Marina dice que significa un final, y un comienzo. Seguía sin estar nada claro, pero...
La Torre.
Eso sí que es malo. Lo recuerda de alguna película o serie de televisión, aunque no sabe cuál exactamente. Bailey estaba empezando a reunir la entereza para hacer preguntas, principalmente para pedir detalles más claros, cuando empieza a oír los ruidos. Primero, un golpe sordo. Algo que podría haber sido cualquier cosa, aunque atrae la atención de Bailey. ¿Un pájaro que se ha dado contra el techo? ¿Algo que ha dejado al borde de una mesa, o de un mueble en general, y que ha caido al suelo? Sí, claro, puede haber sido eso... excepto que a ese ruido le sigue lo que suena como un gateo.
Una rata. Una rata que se ha metido en la casa por algún lado y ahora está corriendo por algún rincón.
La parte lógica de la mente de Bailey ofrece una respuesta rápida, clara y plausible... y Bailey desearía que, aunque fuera por un segundo, el resto de ella misma se lo creyera. La pregunta de Alan parece hasta tonta, teniendo en cuenta cómo los tres presentes... bueno, los cuatro... miran arriba, al techo.
“Algo… o alguien desea a Bailey. Y no descansará hasta poseerla.” Bailey cierra las manos en puños. Recuerda demasiado bien lo que pasó en el baño de la granja vecina. Pero resulta que a ella no la amedranta ningún puñetero fantasma, demonio, vampiro o lo que sea que la amenaza si no tiene las narices de mostrarse directamente en lugar de jugar a imitar películas de terror barato. Con el ceño fruncido, y el desprecio y la furia compitiendo con el miedo en su pecho, Bailey vuelve los ojos hacia Marina.
"Vale, me lo creo. Me lleva rondando desde ayer al menos. ¿Qué hago? ¿Le parto la cara con un palo de hockey o qué?"
La breve esperanza de poder resolver su problema con algo así muere rápidamente cuando Bailey recuerda que nunca ha jugado al hockey y no tiene un palo adecuado... pero leñe, esto es una casa enorme. Algo grande y contundente debe haber que pueda agarrar para pegarle una hostia a algún cabrón siniestro. O cabrona. A Bailey se le ocurre de repente que lo que sea que va a por ella podría ser del género femenino. ¿Y habrá fantasmas trans? Bueno, no es transfobia si muele a palos a algo que intenta asustarla o lo que sea sin importar el género o sexo que tenga, ¿no?
Madre mía, como tenga que preocuparme por eso además de porque me quiera matar o algo...