Elijah
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Guiado por la luz tenue de su móvil y la brújula que por suerte llevaba consigo, Elijah consigue encontrar un sendero estrecho que parece serpentear a través del bosque oscuro y denso. El sendero es apenas visible, marcado solo por las diferencias sutiles en la textura del suelo cubierto de hojas y la ocasional piedra más pisada que el resto.
Mientras avanza, la incertidumbre de la situación pesa sobre él. El frío que cala sus huesos se intensifica y el miedo de que la batería del móvil se agote se convierte en una preocupación constante. Cada vez que mira la pantalla para asegurarse de la dirección, ve cómo el porcentaje de batería disminuye alarmantemente.
El bosque alrededor parece cobrar vida propia, con el sonido de los árboles agitándose violentamente a cada ráfaga de viento. De repente, unos fuertes golpes resuenan en la cercanía, como si algo grande golpeara los troncos o los árboles mismos se sacudieran por la fuerza de algún ente invisible. Cada golpe hace que el corazón de Elijah se acelere, temiendo que el Sin Rostro o alguna otra criatura del bosque esté acercándose.
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Sin embargo, el sonido va cesando poco a poco y, a lo lejos, Elijah cree divisar el resplandor de las luces de Innisport. Es entrada la noche, alrededor de las 9, cuando finalmente llega a la ciudad, herido, exhausto y casi congelado; consciente de que debe atender su herida y descansar si no quiere enfrentarse a problemas mayores de los que, probablemente sin saberlo, ya tiene.