No había sido una buena mañana.
Para empezar, Nyeh y Mogo habían sido más inútiles que de costumbre. Lo único que les pedía era que encontraran a algo a lo que disparar, y aunque normalmente eran vagamente efectivos, hoy no era uno de esos días. Sólo habían encontrado cuatro ciervos, que Mogo y él mismo llevaban a espaldas (mogo tres, él uno, porque para algo era él el jefe), y cuatro conejos que Nyeh llevaba colgados del cinturón, casi como una falda peluda. Eso daba para la comida del día, más o menos, y ya.
Pero él era Camorro. No, él era EL GRAN CAMORRO.
El Mejor Cazador de Puerta de Baldur.
El Acechador Verde.
El Buscador del Éxito.
El Suicida Más Suicida.
Y Camorro no podía conformarse con comer dos ciervos y cuatro conejos al día. Así que aunque lo sentía mucho, hoy tendría que recortar otra vez las raciones de Nyeh y Mogo. Era una lástima, pero una pequeña porque, y ésto había que enfatizarlo, Camorro tenía que estar bien alimentado para rendir al máximo. No pudo evitar suspirar, pensando en la crueldad a la que se veía obligado a recurrir por el bien de su grupo.
"Nyeh?" Preguntó Nyeh, con su acostumbrada verborrea. Camorro le dio dos toques en su amplia frente con los nudillos y le señaló al frente, diciéndole sin hablar que volviera a su puñetero trabajo, que era estar atento al frente. El pequeño cabestro sonrió y empezó a asentir como si le estuviera dando un ataque cerebral. "Nyeh! Nyehnyehnyeh!"
Nyeh era un poco imbécil, pero a Camorro le caía bien. No requería halagos ni dinero, sino que se conformaba con algo de carne de vez en cuando, y encajaba las patadas con estoicismo. Al contrario que Mogo, que se ponía a llorar como una niña, chillando que era un buen siervo leal y que no merecía que lo trataran así, a pesar de que Camorro lo había pillado más de una vez mirando su ballesta con envidia. Sabía que Mogo ansiaba tener esa potente arma en sus manos, sobre todo porque le había pertenecido una vez, pero Camorro se la había ganado con justicia en un juego de cartas. ¿Qué derecho tenía Mogo a seguir deseando recuperarla cuando Camorro sólo le había hecho dos trampas y clavado una daga en la mano? ¡Camorro había jugado partidas mucho más duras que ésa! ¡Una vez tuvo que apuñalar a dos tipos en las rodillas para ganar!
Camorro se detuvo y estaba a punto de darse la vuelta para partirle un dedo a Mogo, porque la disciplina proactiva era su teoría Old Age favorita, cuando Nyeh dio un salto, hizo unos aspavientos hacia Camorro, y salió corriendo antes de perderse entre los frondosos arbustos que tenían delante.
Decidiendo que los dedos de Mogo podían esperar unos minutos, Camorro se agachó y empezó a deslizarse entre los arbustos para emerger al otro lado, moviéndose con tanto silencioso como podía hacerlo una viril mole de músculos apuesta y extremadamente inteligente. Una vez logró pasar, Camorro se agachó y luego gateó hacia delante, siguiendo a Nyeh, que le hacía gestos frenéticos de auténtico enfermo mental. Ay, lo que eran la anticipación de la caza y el retraso profundo.
Nyeh lo llevó hasta unos árboles que se encontraban al borde de una bajada algo escarpada. Cuando Camorro puso la cabeza entre los troncos, pudo mirar abajo y ver algo realmente asombroso: un pequeño río hacia su izquierda caía haciendo una cascada que alimentaba una charca amplia y profunda. Alrededor de la charca, montones y montones de animales del bosque miraban fijamente lo que flotaba en la superficie: una especie de huevo dorado enorme que parecía derretirse bajo la luz del sol, de unos cuatro metros de largo y unos tres y pico de ancho.
Camorro inmediatamente empezó a pensar como el astuto hombre de negocios que era: un huevo dorado enorme significaría, normalmente, un pollo dorado enorme. Pero como los pollos dorados no existían, y Camorro se consideraba un zoólogo muy experimentado, eso significaba que el huevo debía contener otra cosa. Algo sin duda increíblemente único y valioso. Siguiendo su Teoría del Capital, consistente en que cualquier cosa que pudiera venderse en una capital a buen precio bien valía que otros hicieran el esfuerzo de conseguirla para él, Camorro aguardó a que Mogo apareciera detrás de él. Mientras hacía eso, el cazador reparó en la presencia de algo muy preocupante: un huargo de gran tamaño, mejor alimentado de lo que normalmente debería estar una de esas bestias. Y más preocupante aún, era un huargo bien alimentado que estaba mirando en su dirección.
Dado que aún no había saltado en su dirección para intercambiar impresiones, Camorro decidió que bien podía tomarse un poco más de tiempo del acostumbrado para pedir ayuda. En cuanto el desnutrido Mogo apareció, Camorro lo agorró del cuello y lo levantó para que viera el huevo, y luego le agarró la cabeza desde arriba y se la giró para que mirara al huargo. La bestia retrajo los labios y les enseñó los dientes, así que Camorro soltó a Mogo antes de que éste pudiera mojarle la ropa con su orín.
"Escucha, Mogo, viejo amigo. Corre al Cerdo Combatiente, y les dices que El Gran Camorro ha encontrado una presa magnífica, y que está dispuesto a pagar una recompensa generosa por ella. Ni se te ocurra decirles cuánto, sólo descríbeles el huevo dorado. Y si te preguntan que porqué necesito ayuda, diles que el huevo es tan grande que necesito porteadores."
Mogo asintió rápidamente, haciendo una imitación bastante buena de Nyeh, mientras Camorro sonreía y se frotaba la barbilla, mirando el huevo. Era verdad que necesitaría porteadores para llevar el huevo, claro, pero también necesitaba a alguien a quien meter en la boca del huargo mientras le pegaba unos buenos ballestazos. Por suerte, entre sus colegas Suicidas había muchos imbéciles suicidas. Venía con el título, aunque por desgracia, pocos apreciaban su genio y talento. ¡Bueno, pues hoy, los supervivientes verían que el Gran Camorro sabía lo que hacía!