Todos menos Bailey y Milly
Mientras algunos se quedan junto a la carreta y las monturas. La tarea de vigilar el campamento que el bardo empieza a improvisar con la ayuda del fornido Vaughn recae en ellos, un papel necesario pero poco arriesgado en comparación con la incertidumbre que aguarda a los aventureros que deciden seguir a King.
Esclavo es el primero en moverse, sus patas fuertes avanzando con determinación mientras se une a su compañero huargo, liderando la marcha con un instinto compartido. El resto del grupo les sigue en silencio, moviéndose con cuidado a través de la espesura que parece abrirse y cerrarse a su paso.
El bosque, lejos de la densidad de Rocaumbría, es ahora un mosaico de pequeñas arboledas y claros, salpicado por la presencia de un riachuelo que serpentea junto a ellos. El agua, bajo la luz plateada de la luna, parece brillar con una vida propia, su murmullo les acompaña mientras avanzan. De vez en cuando, las ramas crujen bajo sus pies, y el viento susurra entre los árboles dispersos, como si el bosque les hablara en un idioma perdido.
Después de lo que parece un largo tramo, en el que entran y salen de estos pequeños bosquecillos, el grupo emerge en un claro particularmente fascinante. La hierba alta ondea suavemente al ritmo de una brisa ligera, y el riachuelo se ensancha en un estanque que refleja la luna en toda su gloria, como si fuera un espejo natural.
King se detiene en el centro del claro, su figura recortada contra el fulgor lunar. Levanta la cabeza hacia el cielo y deja escapar un aullido que llena el espacio abierto. Esclavo, junto a él, se une al canto de su compañero.
Los NPCs se han quedado, pero todos los PCs activos estáis en el claro.