María y Rachel
Barrio Comercial de Daggerford
Tarde
Después de un día agotador regateando y vendiendo armas, el grupo decide buscar algo para comer en el puerto. El bullicio de los comerciantes y el sonido de las olas rompiendo contra los muelles les guía hacia una fila de puestos de comida improvisados. Cada uno ofrece platos que huelen más deliciosos (o sospechosos) que el anterior.
Timo, con una manzana ya terminada en la mano y una mirada de niña experta en mercados, es quien se adelanta. “¡Tenemos que probar esto!” exclama, señalando un puesto decorado con conchas marinas y redes colgantes. El vendedor, un hombre delgado con un sombrero que parece haber sido pescado del océano, ofrece un plato que describe como mejillones en salsa picante al estilo de las Islas Nelanteras.
“¿Mejillones?” pregunta Primrose, arqueando una ceja. “¿No se supone que son esos bichos que se pegan a las rocas? ¿Estamos seguros de que esto es comida y no decoración del puesto?”
Timo rueda los ojos con la exasperación de quien sabe mucho más de lo que aparenta. “Son deliciosos. Mi hermano siempre dice que te hacen fuerte si comes suficientes.”
“¿Fuerte como un caballero de Torm o fuerte como una cuerda vieja?” pregunta Primrose, pero el hambre finalmente la convence de quedarse.
El grupo pide una ración grande, que el vendedor sirve en un cuenco humeante de madera. La salsa es de un color rojo profundo, con trocitos de especias flotando y un aroma que mezcla mar y fuego. Rachel, con su actitud siempre pragmática, prueba el primero, asintiendo con aprobación.
“Está bueno. Un poco picante, pero bueno,” dice, y eso parece suficiente para convencer a María, que prueba con cuidado antes de asentir también.
Primrose, aún reticente, toma uno con la punta de los dedos, mirándolo como si fuera un animal que podría morderla de vuelta. Finalmente lo mete en la boca, y sus ojos se abren como platos. “¡Por Chauntea! Esto está buenísimo.”
Timo, con una sonrisa de triunfo, cruza los brazos. “Te lo dije.”
Al atardecer, Primrose se acerca primero a un hombre robusto que carga un barril cerca de una taberna. “¡Disculpe! ¿Podría decirnos dónde están los templos de la ciudad?”
El hombre deja el barril con un bufido y responde. “El templo de Chauntea está en la plaza principal. Difícil perderlo, tiene una fuente delante y todo está lleno de flores, incluso en invierno.”
“¡Perfecto! ¿Y el de Sune?”
“Eso está por el barrio noble,” responde el hombre, algo distraído mientras limpia sus manos en un trapo. “Todo dorado y lleno de espejos. Ya sabéis, muy... ornamentado.”
Primrose sonríe ampliamente. “¡Me encanta!”
El hombre suelta una carcajada y señala hacia una calle lateral. “Por ahí. Aunque, si sois de los que buscan confesión, quizá mejor intentad con Chauntea.”
Rachel, agradeciendo la información, decide preguntar con cautela. “¿Y algún otro templo menos... popular? Algo diferente.”
El hombre levanta una ceja, pero se encoge de hombros. “Pues hay uno dedicado a... Mask, creo. Está más cerca del puerto. No sé si llamarlo un templo o un escondite, pero dicen que hay quien va allí cuando tiene problemas. O... necesidades menos santas.”
Primrose parece intrigada, pero Rachel nota que María frunce ligeramente el ceño.
Al caminar hacia el siguiente cruce, se topan con una pareja de mujeres elegantemente vestidas, conversando animadamente. Primrose, sin pensarlo dos veces, se acerca. “Perdonad, ¿sabéis algo de un templo de Vecna por aquí?”
Las mujeres detienen su charla de inmediato, mirándolas como si acabaran de sugerir bailar desnudas en la plaza. Una de ellas lleva la mano al pecho, visiblemente escandalizada. “¡¿Vecna?! Ese culto está prohibido en casi toda la Costa de la Espada. ¿Cómo os atrevéis siquiera a mencionarlo?”
“¡Barbaridades!” añade la otra, alzando el mentón mientras observa a Timo con un gesto reprobatorio, como si la niña fuera cómplice de la supuesta blasfemia. “Espero que no enseñéis cosas tan horribles a esta pobre criatura.”
Rachel intenta calmar la situación, pero las mujeres se alejan rápidamente, lanzando miradas de desprecio y murmurando algo sobre “bárbaras incultas” mientras desaparecen entre la multitud.
Primrose mira a Timo y se encoge de hombros. “Creo que no les ha gustado nuestra pregunta.”
Antes de que puedan discutirlo más, un hombre delgado con una capa deshilachada se les acerca, su sonrisa amplia. “¿Vecna? Oh, claro, está prohibido, mal visto, todo eso,” dice, con un tono que sugiere que está a punto de contar un secreto que no debería. “Pero, ¿sabéis? Cuando uno está entre la espada y la pared, las opciones se reducen. Y Vecna, bueno... no juzga. No pide grandes sacrificios de virtud. Solo soluciones, rápidas y eficientes.”
Rachel lo mira con recelo, pero Primrose, siempre intrépida, da un paso al frente. “¿Y dónde exactamente podríamos encontrar algo relacionado con Vecna?” pregunta.
El hombre se detiene, su sonrisa perdiendo algo de brillo mientras escanea el entorno como si buscara oídos indiscretos. Luego saca un pequeño trozo de papel arrugado y garabatea algo en él con un lápiz corto y mordido. Con un gesto teatral, se lo entrega a Primrose, pero no antes de mirarla directamente a los ojos.
“Ve a este lugar,” dice en un susurro, “pero solo a medianoche. Y solo si vas con buenas intenciones. Porque, de otra forma... bueno,” su sonrisa se torna más oscura, “Vecna lo sabrá.”
Primrose, encantada con el misterio, guarda el papel como si fuera un mapa del tesoro. Rachel, menos convencida, cruza los brazos. “¿Qué pasa si no vamos con buenas intenciones?”
El hombre ríe suavemente, un sonido que no tiene nada de divertido. “Oh, querida, si no sois sinceros, probablemente no tendréis que preocuparos por nada más en esta vida.”
Con eso, se pierde entre la multitud, dejándolas con el papel.
En el templo de Sune:
“Hay quienes dicen que el templo de Lathander ya no es lo que era. Desde que el antiguo sacerdote desapareció, el lugar parece más apagado, como si la luz del amanecer no llegara a brillar igual. Una de las acólitas de Sune asegura que el nuevo sacerdote no tiene la misma fuerza de voluntad y que parece demasiado... dispuesto a aceptar influencias externas. No quiero señalar a nadie, pero cuando las sombras empiezan a alargarse, hay quienes se sienten más cómodos mirando hacia otro lado que enfrentándolas.”
En el templo de Chauntea:
“Los granjeros de la región cuentan que el templo de Chauntea está recibiendo más donativos que nunca, pero que buena parte de ese oro no va para el templo, sino para la gobernadora Morwen. Dicen que Garas Kaleth supervisa personalmente las ‘donaciones’ para asegurarse de que nada se ‘pierda.’ Aunque, por supuesto, ni Chauntea ni sus sacerdotes reconocen nada de esto.”
Cerca de lo que parece una sinagoga de Mask:
“Entre los susurros del puerto, aseguran que Celyne se reunió en secreto con un agente de Mask hace apenas unas noches. Según dicen, el elfo oscuro que acompaña a Morwen podría estar relacionado con una red de espías de Mask, y no todos en el gremio de ladrones están contentos con eso. Algunos creen que esta alianza es parte del plan de Morwen para consolidar su poder... aunque a costa de los vínculos que mantiene con los ladrones locales.”