María, Rachel y Elijah
La mujer escucha con atención, inclinándose hacia adelante mientras Rachel y María hablan. Tras un momento, se levanta con calma. Un gato que dormía sobre un grueso tomo en la estantería sale disparado al sentir el movimiento.
“Perdonad, queridos,” murmura con tono amable, tomando el libro y sacudiendo el polvo antes de abrirlo. Sus dedos recorren las páginas con agilidad hasta detenerse en una ilustración oscura y detallada.
“Lo imaginaba,” dice con voz grave. “Si le cortaron el dedo, fracturaron algo más que carne. Su alma ha sido fragmentada, y sin ella completa, las curaciones comunes no solo no funcionarán, sino que podrían dañarla de forma irreversible, condenándola.”
La mujer cierra el libro con un gesto medido y coloca sus manos sobre la bola de cristal aún cubierta. “Vecna, señor de los secretos y la magia, conoce los caminos para devolverla. Pero no será fácil… ni barato. Su salvación requiere un precio que no solo se mide en oro. Es un precio que debéis estar dispuestos a pagar.”
Hace una pausa, mirando en dirección a María como si pudiese ver más allá de su ceguera. “La decisión no puede tomarse a la ligera. ¿Estáis dispuestos a abrir esa puerta?”