Pizz
Pizz se detiene frente a las majestuosas puertas del templo de Lathander, selladas con relieves dorados que parecen brillar incluso bajo la tenue luz de la luna. A un lado, descubre una escalera de piedra, estrecha y sinuosa, que serpentea hacia lo alto de la fachada. Las paredes que la flanquean están cubiertas de intrincados motivos de hojas y rayos de sol, mientras la brisa nocturna se cuela entre las rendijas, silbando suavemente.
El pequeño goblin comienza a subir con cuidado, pasando por huecos apenas iluminados donde la caída parece eterna. Sus pasos resuenan suavemente, mientras el viento juega en los bordes de la escalera, como queriendo empujarle. Los peldaños, desgastados por los siglos, tienen bordes traicioneros, y el descenso a su lado se abre a un vacío inquietante.
Tras lo que se siente como un ascenso interminable, Pizz llega al final de la escalera, encontrándose en una estrecha repisa justo detrás de los vitrales principales. El espacio es angosto, y desde allí puede ver el interior del templo, lleno de sombras y reflejos que danzan gracias a la luz de las lámparas. Uno de los vitrales, una imponente figura de Lathander con los brazos extendidos, tiene una placa de cristal ligeramente suelta. Una brisa más fuerte sacude la placa, arrancándole un débil chirrido, y Pizz sonríe con astucia mientras se acerca para inspeccionarla.