Turno 4
Elijah avanza con un rugido ahogado, la espada levantada, y descarga un tajo directo contra el guardia que acaba de abrir la puerta. Pero la lluvia, el barro y la prisa conspiran contra él: el filo patina sobre el cuero endurecido, levantando solo chispas húmedas y un bufido sorprendido del soldado.
Uno de los arqueros se adelanta bajo la lluvia, empapado hasta los huesos, la cuerda del arco tensándose con un chirrido. Sus ojos se fijan en Elijah y sonríe con esa mezcla de miedo y orgullo que solo los idiotas que se creen valientes conservan antes de disparar.
Tirada de ataque del arquero 1: 1, 1
La cuerda se suelta con un chasquido y, en lugar de la elegancia mortal que esperaba, el proyectil sale disparado con la trayectoria de un pato borracho. El arquero pierde pie sobre el suelo mojado, patina hacia atrás y, en el proceso, suelta una maldición que se interrumpe cuando la flecha se clava en el muslo del guardia de delante de la puerta.
Daño: 5, 6 → 2 puntos de daño
El soldado grita, ofendido y herido, mientras la sangre y la dignidad se le escapan a partes iguales.
El arquero intenta enderezarse, pero el arco le resbala de las manos, rebota contra la roca y se parte con un crac humillante.
El capitán de la guardia lo mira con expresión de tedio infinito, el tipo de mirada que hiere más que cualquier castigo.
"Eres la razón por la que los bardos mienten en las canciones", escupe con desprecio, antes de girarse hacia los demás. "¡Que alguien dispare como si tuviera pulgares, por favor!"
El segundo arquero, empapado y tembloroso, levanta el arco con gesto decidido. Intenta aparentar seguridad, apunta a Elijah, pero la cuerda vibra como si también tuviera miedo.
Tirada de ataque del arquero 2: 1, 1
La flecha sale disparada con la dignidad de un zapato lanzado por un borracho. Vuela torcida, hace un extraño quiebro en el aire…
…para luego caer sin fuerza alguna, como si hubiera recordado a mitad del vuelo que prefería no participar.
Esta vez, sin embargo, el destino decide variar el chiste. El guardia de la puerta —el mismo que acaba de recuperar el equilibrio— levanta los brazos instintivamente y los brazales de cuero endurecido desvían la flecha con un clonk sorprendentemente heroico.
La flecha rebota, cae al suelo sana y salva, y el arquero, atónito, deja caer su arco. El arma golpea la piedra con un ruido seco, pero esta vez no se rompe. Algo es algo.
El capitán ni siquiera tiene palabras. Solo se tapa la cara con una mano y respira hondo, como si estuviera reconsiderando todas las decisiones de su vida.
El tercer arquero alza la vista… y se encuentra con Ronan. Los dos se reconocen al instante. Es el mismo hombre que, hacía apenas unos minutos, sonreía como un cordero hipnotizado bajo los efectos del Axia. Ahora, en su mirada solo hay desprecio, vergüenza herida… y odio puro.
Sin decir palabra, tensa la cuerda.
Tirada de ataque del arquero 3: 6, 6
La flecha sale disparada con una precisión que contrasta dolorosamente con el desastre de sus compañeros. Vuela recta, firme, como si hubiera estado esperando ese hombro toda su vida.
Tirada de daño: 6, 6, 3, 5 → 2 puntos de daño
El impacto atraviesa la lluvia y golpea a Ronan de lleno, clavándose en su hombro. El corte es limpio, pero profundo; la ropa se abre y la sangre empieza a fluir con rapidez, manchando el tejido oscuro.
Ronan se tambalea un paso, aprieta los dientes y se mantiene en pie. El arquero baja el arco… y sonríe, amarga y cruelmente, como quien por fin siente que ha recuperado un pedazo de dignidad.
El soldado herido por fuego amigo —aún con la flecha clavada en el muslo y el orgullo hecho trizas— fija su mirada en Elijah. Se le hincha una vena en la frente. Primero le intentan matar los intrusos, y ahora sus propios compañeros. Solo queda una persona a la que pueda culpar: el tipo que tiene delante.
Aprieta los dientes, alza la lanza y arremete con un gruñido que pretende ser feroz…
Tirada de ataque del lancero 1: 2, 2
…y que termina siendo solo un chapoteo inútil bajo la lluvia. Su arma corta el aire a un metro del objetivo, dando un giro torpe antes de volver a su pose de combate como si nada hubiera pasado. Elijah ni siquiera tiene que moverse.
El soldado maldice, más rojo de rabia que de sangre.
A unos pasos de allí, uno de los lanceros avanza con decisión hacia Ronan, aprovechando que está herido.
Se coloca en la esquina, cubriéndose con el escudo, y lanza un estocada rápida y directa.
Tirada de ataque del lancero 2: 4, 1
Pero Ronan se aparta instintivamente, y la lanza solo consigue pinchar la lluvia y chocar con la piedra, sacando chispas del muro.
El lancero parpadea, incrédulo, mientras Ronan ya prepara su respuesta.
