Isolee Alan Bruer, el padre de Bailey, tiene ese aire de un escritor que ha vivido historias tanto en la vida real como en su imaginación. Aunque su cuerpo muestra signos de cansancio, sus ojos brillan con una sagacidad e inteligencia literaria que no se ha desvanecido con el tiempo. En respuesta al suave asalto de Bailey, se endereza en su asiento, intercambiando sus gafas habituales por unas para leer de cerca. Se sumerge en la lectura durante unos minutos antes de quitarse las gafas y dirigir su mirada hacia Bailey, su expresión mezcla de reflexión y curiosidad.
“Es la hermana de esa muchacha periodista, ¿verdad? La que dirigía el periódico escolar hace unos años,” dice, su voz llena de recuerdos. “Siempre quiso entrevistarme, pero nunca me han gustado las entrevistas. Suelen ser una experiencia pueril. Además, ella tenía una habilidad especial para indagar más de lo normal y si algo me gusta menos que las entrevistas pueriles son las entrevistas que no lo son…” Alan se pierde por un momento en sus pensamientos antes de volver a la realidad. “¿La conoces bien?”, pregunta con genuino interés, mirando a Bailey con curiosidad.
Bailey disfruta del peso y el calor de King en su regazo, y mirarlo a los ojos. El perro se relame los labios y empieza a relajarse, entrecerrando los ojos. Mientras su padre deja bien claro que no le gustan mucho las entrevistas, Bailey deja sus ojos sobre su perro, pero pone toda su mente en escuchar a su padre. Es un buen truco, si eres un poco lenta, y Bailey es consciente de sus limitaciones.
Ante la pregunta de su padre, Bailey trató de hacer memoria, pero realmente no había mucho en lo que escarbar. "Qué va. La he visto algunas veces, pero nunca he hablado con ella. Si la poli me pregunta, ni idea qué decirles."
Tras soltar un pequeño suspiro, Bailey esta vez vuelve su atención hacia su padre, estirándose para poder mirar hacia arriba, a sus ojos. "¿Mañana necesitas que haga algún recado?"
Dado que Alan era un tipo más bien hogareño, normalmente es Bailey quien se ocupa de hacer según qué recados. Alguna vez, Bailey se preguntaba si eso no sería en realidad un problema. Si no estaba mimando demasiado a su padre, por decirlo de alguna manera. Pero ese pensamiento no solía perdurar en la mente de una ocupada y ajetreada adolescente de 17 años.