"Sí, Jason Clarke. Suele ir con tu primo Lu, Dylan Jones y las animadoras...", explica. "Un auténtico capullo si me permites...", añade.
"No lo sé, Rachel, estoy confundido. Cillian ha sido mi amigo por años. Fui yo quien le mostró esas páginas web y foros, quien le introdujo a esa gente. Rompió con Amanda por mi culpa," dice, su voz temblorosa revelando la tormenta interna. Hace una pausa, mirando hacia abajo mientras juega nerviosamente con la etiqueta de su cerveza. "Estaba enfadado, sabes. Mi padre... Nunca realmente tuve uno. Quiero decir, está en este mundo físicamente, pero nunca lo disfruté. Nunca tuve un padre en Navidades o en vacaciones de verano. Siempre estaba fuera, siempre trabajando, en el camión..." Su voz se quiebra ligeramente, y por un momento, su mirada se pierde en algún recuerdo distante.
"En esos foros te convencen de que es culpa de los otros - de los negros, de los marrones, de cualquiera que sea diferente... Y empiezas a creerlo, porque necesitas a alguien a quien culpar. Te inundan con estadísticas y 'pruebas' de crímenes, pero es todo tan frío, tan descontextualizado," continúa, apretando la botella hasta que sus nudillos se vuelven blancos. Luego, levanta la vista, encontrando los ojos de Rachel. Hay una vulnerabilidad desnuda en su mirada.
"Hoy, esa cosa, ese monstruo, intentó meterse en mi cabeza, alimentarse de mi odio y mi miedo, pero... no lo logró. Y entonces lo vi todo claro. 'Mata al negro', me decía. 'Mata al simio traidor. Quiere quitarte a tu chica...' Pero era solo un eco de mis propios miedos, la parte más oscura y retorcida de mí. No pudo vencerme. Y me dio asco, mucho asco, y entendí. Entendí que somos los malos, los Lobos, pero no solo nosotros, todos los que vivimos para odiar...," su voz se suaviza y empieza a sonar como el Pete apasionado y soñador de hace años.
"Y, bueno, la verdad es que yo... te amo, Rachel. Siempre te he amado. Y no, no te estoy pidiendo nada. Sé que no soy lo suficientemente bueno para ti, no ahora, pero quiero serlo. Quiero vivir para merecerte, para algún día pedirte que seas mi chica y sentir que estoy a tu altura..." Baja la cabeza, como si las palabras le pesaran, y luego la levanta de nuevo, perdido en los ojos de Rachel. "Y aunque entonces, cuando te lo pida, me rechaces, te seguiré amando. Siempre cuidaré de ti, de la manera que tú elijas, de cerca o de lejos. Es una promesa," concluye, extendiendo su dedo meñique hacia ella, un gesto simple pero cargado de significado.