Thorian se cruza de brazos y mira de reojo a los paladines antes de responder, su tono ligero pero con un trasfondo serio.
"Depende. Si esto es solo una avanzadilla, aún habrá formas de salir. Pero si el inquisidor ya ha llegado…"
Hace una pausa y chasquea la lengua.
"Entonces cerrará todas las salidas y confinará la ciudad. No se le escapa nada."
Rachel aprieta los labios, captando el peso de esas palabras. No tienen tiempo de sobra.
Sin perder más minutos, se encaminan hacia el Caldero del Gremio.
La entrada al Caldero es un desastre organizado. Desde fuera, el edificio parece una mezcla de ampliaciones improvisadas, con techos a diferentes alturas y un cartel de madera oscurecido por el humo con la inscripción: "El Caldero del Gremio – Experimentos bajo su propio riesgo."
Apenas cruzan el umbral, el aire cambia. No es solo el calor de las hogueras en la plaza, sino una maraña de olores difíciles de clasificar: azufre, especias picantes, miel quemada, algo parecido al ozono tras una tormenta.
A la izquierda, la taberna está en plena ebullición. Alquimistas de todas las edades y niveles de cordura beben, discuten y, en algunos casos, fuman sustancias de colores extraños. Las mesas están manchadas con derrames fluorescentes y aquí y allá flotan motas de polvo que titilan con luz propia.
A la derecha, la verdadera esencia del lugar se despliega: un taller caótico donde alquimistas sin recursos han convertido el espacio en su laboratorio compartido. Mesas comunales rebosan de matraces humeantes, alambiques, pergaminos con fórmulas garabateadas y herramientas de precisión. Cubículos de trabajo han sido improvisados con biombos o simples cortinas chamuscadas, y los habitantes del Caldero van de un lado a otro, intercambiando ideas, muestras y, en algunos casos, explosiones menores.
En una esquina, un aprendiz intenta apagar la llama verdosa que ha prendido en su manga mientras su maestro apenas levanta la vista, demasiado concentrado en una solución burbujeante que cambia de color sin previo aviso. Desde el fondo del taller, una pequeña explosión sacude el suelo y un humo púrpura asciende hasta el techo, arrancando risas y murmullos de aprobación.
Rachel y Thorian se detienen un instante en la entrada, observando el caos.
"Bienvenidos al Caldero;" murmura Thorian con una sonrisa torcida—. "Un lugar donde el conocimiento y la insensatez van de la mano…"